Sal del lavavajillas

Que no es lo contrario de entra en el lavaplatos.

Porque hay que tener mucho cuidado al escribir. Y lo mismo de cuidado al hablar.
Las palabras son muy poderosas. Las carga el diablo. Y las disparan los gilipollas.
Eso decía mi sargento cuando estábamos en la mili. Hablando sobre las escopetas. Tenía razón el hombre.

¿No sería mejor decir sal para el lavavajillas?

-¡Coño ya, Paco! Mira que eres pejigueras…

-Claro, tú lo entiendes porque estás leyendo directamente la bolsa en el supermercado. En la sección Lavavajillas.

Que hacerlo mal es igual que hacerlo bien, sólo puede pensarlo el que no piensa.

Vale que llegado el caso cualquiera sea capaz de comprender cualquier cosa que le hayamos dicho. O hayamos escrito.

Muy bien, esa suerte que tendremos.

Porque en otras muchas ocasiones, la imprecisión en el mensaje nos llevará a la ruina, y nada como una buena ambigüedad para buscarnos otra ruina.

Sin embargo, tenemos que movernos como si tratásemos de alcanzar la fama.
Movernos quiere decir, trabajar, gestionar, amar, reír o llorar. Cualquier cosa en la que nos metamos. Se trata de formación.

Lo que quiere decir que si te dedicas a algo que genera miles de impactos de todo tipo, tienes que lograr que la gente se entere. Porque lo que se cuenta es como si no pasara.

Hay que pensar antes de actuar. Por ese orden.

Aunque entre ambas acciones apenas haya unos segundos de diferencia. Estamos obligados a pensar.

Si no se piensa no se puede ganar, salvo de chiripa. Aunque pueda parecer insignificante, la diferencia es tremenda en cuanto a los resultados que se obtienen.

En todo caso, la mejor lección de esta semana está por llegar. Se trata de formación profesional.
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