Me puse un precio: 13€ la hora
Mira, un buen día me dije que ya nunca iba a escribir gratis.
Nunca nunca.
Never.
Jamais.
Jamás de los jamases.
Y hubo una amiga, vaya tela de amiga, que me hizo un encargo.
Me hizo el encargo con la intención de no pagarme. Lo mismo que llevaba haciendo desde siempre.
¡Pero este tío cómo coño dice que ahora es profesional!
¡Pues no me dice que me dará un presupuesto!
Esto debía decirse a sí misma mientras discutíamos las condiciones.
Y las condiciones era que le haría todo lo que me estaba pidiendo y un poco más. A precio puta.
Al aire de la amistad yo le decía:
-No te preocupes, Mari, que cuando acabe el trabajo ya te diré. Pero será un superbuenprecio, no sufras.
Y la Mari seguía con su paripé, apretándome como si tuviera la menor intención de pagar.
Vaya tela de amiga.
Total, que al final le dije:
-Cobro a 13€ la hora y esto que me pides puede llevarme unas 10 horas.
-¿Por qué a 13€?
-La chica que viene a ayudarme en casa cobra lo mismo, ¿te parece bien?
Al notar su cara de espanto (recordemos que siempre se lo hice todo por el morro) le seguí haciendo las cuentas tontas y le ajusté el precio final a 60€ llave en mano.
-¿Qué tal, Mari de las narices?
Como todavía no la veía convencida más que de no querer parar, le hice una oferta que no pudo rechazar:
-Además, en cuanto me pagues esos eurillos que tanto te duelen, te los voy a poner en una cripto que se llama AGIX y a ver si tienes suerte, porque lo que ganes será para ti.
La codiciosa Mari se puso a dar saltimbanquis de bote en bote.
Y cumplí con mi encargo.
Y me dijo que mi trabajo no valía.
Que todo eso ya lo sabía hacer ella.
Que no me pagaba.
Mira Mari, te quedaste a gusto y dejaste de ganar el 1000% porque tanto este Copy como AGIX sí que cumplimos con nuestra parte del acuerdo.
Te invito a comprar mi libro Sueña sin perder de vista tus lentejas.
Es aquí.