Lección de ventas de la aspiradora
Sexo duro es como llamaba en clave mi amiga Montse a esa mañana de los sábados limpiando a fondo la casa.
Y supongo que así lo seguirá llamando.
-¿No dicen eso del polvo del sábado sabadete?, pues yo paso el paño y nadie me la mete.
Montse era graciosa, soltera y supongo que lo seguirá siendo, porque es una de estas personas a las que perdí la pista en la pandemia y no sé si está viva o muerta.
Pero me la imagino viva, simpática y soltera. Y cuando soy yo quien se pone a limpiar la casa los viernes, me acuerdo de una idea que tenía Montse.
¿Te imaginas que con un sólo click fuese posible concentrar en un punto concreto todo el polvo y la suciedad de una casa, compactado en una esfera cuántica o cuentista, del tamaño de una pelota de golf y que quedase ahí suspendida?
Una pequeña bola de polvo compacto, concentrado y de tremendo peso específico.
Levitando.
Y toda la casa reluciente como una patena.
Sólo teniendo que tomar la puñetera bolita con dos dedos e introducirla en una bolsa de plástico, cerrarla y tirarla a la basura.
¿Te lo imaginas?
¿Crees que importaría mucho la tecnología en la que estuviera fundamentado?
¿Alguien podría decir que no le gusta?
¿A que daría lo mismo que el dispositivo fuese blanco o negro?
¿Qué repercusión tendría su precio de compra?
Caro o barato sería irrelevante.
Es el vivo ejemplo en el que la solución (la bola) vende por sí sola el dispositivo.
¿Cuántas veces te han dicho que vendas el agujero y no el taladro? Pues esta cosa es eso.
Soy bueno enseñando a vender cualquier cosa a cualquier persona, si es que tú quieres aprender a vender cualquier cosa a cualquier persona.
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