Nunca he participado en una terapia de grupo en sentido literal.

Obviamente, se me han dado muchas situaciones en las que me he visto envuelto en un grupo de personas con inquietudes similares y nos hemos sincerado.

También desahogado.

Al final se trata de un encuentro psicológico donde un terapeuta hace de guía para que otras personas puedan abordar problemas de todo tipo.

Se comparten experiencias y se ofrece apoyo mutuo, lo que permite dar validez al refrán ese con que se consuelan los tontos. Porque el mal es de muchos.

Aquí la parte buena viene cuando a consecuencia de esta dinámica se promueve el sentimiento de pertenencia, resulta útil para gestionar problemas y se logra una mejoría en las carencias.

Y la parte mala es que mucha mucha muchísima gente en realidad no quiere una solución.

Quieren que nada cambie pero les va muy bien un espacio en el que quejarse y dar por donde amarga el pepino.

En las formaciones de ventas sucede lo mismo.

Y no se pueden enriquecer las habilidades emocionales si no existe una predisposición favorable para ello.

Como tampoco hay estrategia aplicable si no somos capaces de llevarla a cabo.

De modo que si quieres, vamos a ponernos a trabajar.

Pero si no quieres no puedo ayudarte. Ni aunque me mates.