Eso me pasa por tener un sueldo
Lo que se entrega a cambio del sueldo no es sólo el trabajo. Eso es lo de menos. El trabajo es salud.
Era un jueves por la tarde y me casaba el sábado. Era un pringao aunque me hubiera quedado soltero.
Todavía no había cumplido ni los 29 y trabajaba para una empresa que fabricaba tejidos para la decoración. La nave estaba aquí al lado de mi casa pero lo mío consistía en viajar.
Y vender esas telas por media España. La otra media la recorría mi amigo Pepe. Otro pringator.
Era un jueves por la tarde y estaba buscando un hotel para quedarme. Al día siguiente rematar la semana y estar el sábado en el altar. Ahora en Mollerusa, a 462,2 Km de mi casa. Jueves anocheciendo y me suena el ladrillo de Motorola.
Era el menda del hijo del jefe.
Más que un menda. Más que un hijo de jefe.
-Oye, que te vengas para acá porque mañana tienes que ir a recoger un pallet del aeropuerto.
(Hola qué tal, buenas tardes por la tarde y por favor, si eso)
Pues nada. Pringator dando la media vuelta a buscar la autovía y 5 horas de ruta. De premio por la buena semana. O por la boda. A saber lo que quería el menda.
Cosas como esta por 120.000 pesetas mensuales. Una detrás de otra. Te lo iré contando y verás que risa.
Lo que se entrega a cambio del sueldo no es sólo el trabajo. Eso es lo de menos. El trabajo es salud.
Pero entregamos también la gestión de nuestro tiempo, lo que supone una barbaridad para la libertad. También para los pareados de medio pelo.
Sólo una decisión lo cambió todo.
Y empecé a divertirme. A trabajar de otra manera. Te lo contaré.
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