Dos latas y una guerra que se termina
Hay que ver las cosas que me contaba mi abuelo. Y hay que ver lo que me contarlo ahora.
Con el rollo que me parecía todo aquello que me contaba.
Un día me contó que los malos se lo llevaron a la guerra. Forzoso.
Y que cuando los buenos ya estaban apareciendo por dónde él estaba, robó una lata de gasolina y una lata de jamón cocido. Le robó también el coche a un jerifalte del bando de los malos y se largó de allí.
Cuando se le pasó el susto se fue directo a su casa. Con mi abuela, para engendrar a mi padre y por eso estoy aquí contando esto.
Por el par de cojones que tuvo mi abuelo para jugarse la vida.
Mi abuelo y cinco mil como él. Cinco mil millones.
Y aquí estamos los nietos. Cagados. Con menos sangre que un mosquito. Sin guerra y sin latas. Ni de gasolina ni de jamón cocido.
Sin el par de cojones. Las cojonudas ya me entienden. Porque las hay que tienen un par.
Ahora sin guerras.
Pero con batallas por librar. Y tienes que estar preparado para la batalla, que será dura y que además puede ser divertida.
Haz de todo eso que te tanto te gusta un medio de vida, tan sólo respondiendo a esta sencilla pregunta:
¿Qué tal se te da vender?
Si la respuesta es que eres un máquina, poco más puedo hacer por ti. Seguro que me vendrá bien conocer tus experiencias. Si me escribes y me cuentas te lo agradezco.
Si consideras que siempre puedes mejorar tus técnicas de venta, tácticas y estrategias, entonces es seguro que puedo ofrecerte un beneficioso plan de formación.
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Pasos 2 y 3, si los necesitas te los explicaré más adelante.